Se cree que Thomas Alba Edison inventó el fonógrafo con el propósito de contactar con los muertos y dejar registrado su mensaje en un soporte físico. Es famosa y está registrada la afirmación de Edison en la que anunciaba que iba a construir un dispositivo de grabación que daría mas posibilidades de comunicación con los espiritus que la tabla guija o cualquiera de los medios empleados en aquel momento.
En el año 1901, el explorador y antropólogo norteamericano Waldemar Bogras se internó en solitario por las desoladas planicies de Siberia para establecer contacto con la tribu de los Tohouktchi. Unas de las cosas que más le interesaban de aquel viaje era estudiar sus cánticos rituales, únicos en el mundo, para lo cual llevaba consigo uno de los primeros fonógrafos producidos por Edison.
Tras un agotador viaje, el antropólogo no tardó en ganarse la confianza de los miembros de la tribu, que le acojieron hospitalariamente y la permitieron asistir a uno de sus rituales nocturnos. Bogras quedó hechizado por los cánticos y los tambores que estaba escuchando y dispuso su rudimentario aparato para no perderse el mínimo detalle de la ceremonia. Aquellos sonidos merecían por sí mismos la pena del arriesgado y dificil trayecto.
Sin embargo, aquellas grabaciones estaban a punto de deparar al explorador una sorpresa mucho mayor de la que se suponía.
Mientras en la soledad de su tienda Bogras iba comprobando los fonogramas obtenidos de la noche anterior, descubrió que en ellos había algo más que cánticos. Turbado, comprobó que superponiéndose a las voces de los chamanes había otras, unas voces que él no había escuchado y que hablaban en una lengua incomprensible. A veces éstas eran tan fuertes que anulaban por completo el sonido de la música, como si algo o alguién invisible hubiera estado gritando directamente sobre la trompetilla del fonógrafo.
Turbado, el antropólogo decidió olvidar el incidente, que quedó para siempre sin explicación, aunque, quién sabe, ¿acaso no estaban los chamanes invocando a los espíritus? Es posible que estos escucharan la llamada y, por primera vez en la historia, emplearan un medio mecánico para dejar registrada su respuesta desde el otro mundo.
Ya entrando en el siglo XX, el neurólogo italiano Ferdinando Cazzamalli experimentó entre 1923 y 1925 con la producción de voces de presunto origen paranormal en un aparato de radio aislado dentro de una jaula de Faraday. El fotógrafo norteamericano y médium Attila Von Szalay fue otro de los primeros en intentar registrar lo que él creía que eran las voces de los muertos, como una forma de enriquecer sus trabajos de fotografía de fantasmas.
En 1959, el director del documentales sueco Frederich Jurguenson captó de forma accidental el presunto sonido de la voz de su difunta madre, que le llamaba por su nombre, mientras grababa el trinar de los pinzones para ilustrar una de sus filmaciones en un bosque, a las afueras de Estocolmo. Así nacería la TCI o transcomunicación instrumental, que actualmente ha pasado también comunicación transdimensional. Existe abundante documentación que demuestra el contacto de este tipo, lejos de constituir un hecho fortuito, es repetible y se está produciendo en laboratorios de todo el mundo bajo estrictas condiciones de investigación.
Con los años, la técnica se fue perfeccionando. Jurguenson trató de mostrar sus sorprendentes hallazgos a la comunidad científica, pero los académicos prefirieron ignorarle.
Fue denominado "fenómenos electrónicos de voz". Básicamente se trata de secciones de ruido estático en cualquier aparato de comunicación electrónica( radios, grabadoras, etcetera) y que han sido interpretados como voces generalmente atribuidas a seres del más allá. La grabación de este tipo de fenómenos se ha convertido en una de las técnicas más utilizadas para intentar ponerse en contacto con los difuntos. Además de los espiritus, diversos investigadores paranormales han aportado otras posibles explicaciones para el fenómeno, como ecos psíquicos del pasado, que sea producido de forma inconsciente por personas vivas, etcétera. Suelen ser breves, por lo general la duración de una palabra o frase corta.
Otro de los pioneros que se adentraron en este campo sería Konstantin Raudive. En 1964, Raudive leyó un libro escrito por Frederich Jurguenson y quedó tan impresionado por lo que en él se contaba que en 1965 fue al encuentro de Jurguenson para conocerle. Trabajaron juntos en algunas grabaciones psicofónicas, pero sus esfuerzos conjuntos dieron escasos frutos, lo más algunas voces débiles y confusas.
Según Raudive, sin embargo, una noche, mientras escuchaba a una grabación, claramente oyó voces.
Reproduciendo la cinta una y otra vez, llegó a entender todas ellas, algunas de las cuales estaban en alemán, otras en letón y unas pocas en francés. La última voz de la cinta, una voz de mujer, decía: "Ve a dormir, Margaret".
En 1981, el alemán Manfred Boden era uno de tantos experimentadores aficionados en el campo de la transcomunicación que con mucha paciencia y nada más que un sencillo casete había conseguido con mucho trabajo obtener algunas psicofonías. Poco podía sospechar que ese mismo verano sus experiencias psicofónicas iban a dar un giro tan inesperado como inquietante.
Poco a poco comenzó a notar en sus llamadas telefónicas extraños ruidos. Al principio no le dio mayor importancia, ni siquiera cuando esos ruidos pasaron a ser voces humanas. Pensó que podía tratarse de un cruce de líneas y dio parte a la compañía que, tras revisar el tendido y el aparato, le notificó que no habían detectado ninguna avería.
Sin embargo, el fenómeno continuó. Más aún, las voces comenzaron a intervenir en las conversaciones, incluso desconectando al que estaba al otro lado de la línea, y Manfred comprobó no sin cierta inquietud que se dirigían a él por su nombre, que querían hablar con él. Cuando les pidió que se identificaran, la respuesta le heló la sangre: "Somos los muertos".
Bodem aplicó sus conocimientos en el campo de las psicofonías y montó un dispositivo para grabar estas extrañas e inquietantes conversaciones.
A menudo ponía a prueba a sus desconocidos comunicantes haciéndoles preguntas cuyas respuestas solo él conocía. Invariablemente, fuera lo que fuera lo que se encontraba al otro lado de la línea, acertaba con cosas tan íntimas que ni siquiera sabía su propia familia.
Sometido a un tremendo estrés emocional, Bodem denunció los hechos a la policía que, junto a los técnicos de la compañía, volvieron a revisar la línea para llegar a la misma conclusión que antes. Todo era normal. Los parapsicólogos que se acercaron a estudiar el caso no consiguieron exorcizar las voces, tan solo certificaron que el fenómeno era auténtico y que ellos, los del otro lado de la línea, tenían voces con las mismas características que suelen aparecer en las psicofonías, voces que todos los días se presentaban con la misma frase estremecedora: "Somos los muertos".
Tuvieron que pasar 20 años desde que se realizaran las primeras psicofonías para que alguien comenzara a utilizar la televisión como medio de contacto. En 1985, según manifestó el pionero Kalux Sgreiberg, su hija Karen, fallecida meses atrás, le guió paso a paso a través de psicofonías para que desarrollara el procedimiento que le llevó a captar las primeras psicoimágenes de la historia. Kalux falleció poco tiempo después, convencido de haber contactado con sus seres queridos ya difuntos. Su legado fue la psicoimagen, un método de presunto contacto con el más allá más sofisticados y mucho más impactantes en sus resultados que el de las psicofonías.
El procedimiento para conseguir registrar una psicoimagen es relativamente sencillo si se dispone de los medios adecuados. Enfocando una videocámara hacia un monitor de televisión sintonizando en un canal vacío y con la antena desenchufada se produce un fenómeno de retroalimentación que comienza con un característico parpadeo. Al poco tiempo, algunas figuras comienzan a dibujarse en la pantalla. Si hay suerte puede que estas formas se agrupen dibujando algo reconocible, como un rostro.
¿Qué peligro puede correr el experimentador? El tiempo ha demostrado que profundizar en el estudio de la transcomunicación instrumental es peligroso y entraña riessgos para la salud mental y emocional. Tanto Frederich Jurguenson como Kalux Sgreiberg se obsesionaron con sus respectivos trabajos hasta casi enloquecer en la soledad de sus estudios. No hacían otra cosa que no fuera intentar contactar constantemente con aquellas voces o imágenes. Se pasaban las noches en vela grabando y analizando.
La historia de la TCI arrastra el estigma de sonados fraudes. Un grupo de investigadores luxemburgués llegó a trucar algunas psicoimágenes. Quizá por ello, el fenómeno de la psicoimágen se ha ido convirtiendo con el paso de los años en algo marginal incluso dentro de la parapsicología.
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