Cristóbal Colón fue y es un enigma. Todos los historiadores que se han adentrado en el estudio de su compleja biografía han conseguido a duras penas constatar ciertos datos básicos. Se especula con la posibilidad de que el gran navegante tuviera un pasado tan oscuro como inconfesable. Una identidad y un rastro que él mismo se habría encargado de borrar en cuanto tuvo la posibilidad, utilizando su poder. Con ello habría conseguido proporcionar a su apellido una heráldica y una vida holgada para su linaje. Una vida con la que soñó en los momentos difíciles, en los que apenas podía sustentarse a sí mismo.
También se desconoce el lugar en el que reposan sus restos. Hace escasas fechas se conoció la noticia de que los restos óseos depositados en la catedral de Sevilla bajo la identidad de Cristóbal Colón iba a ser estudiados por la universidad de Granada. El cotejo de las muestras de ADN de los huesos y de los descendientes del navegante debería arrojar respuestas. Pero, desafortunadamente, a dia de hoy no existe una resolución inequívoca que dictamine que esos huesos corresponden al marino.
Pese a que oficialmente en los libros de textos escolares Cristóbal Colón figure como descubridor del Nuevo Mundo, se sabe que esto no fue así. Parece demostrado que otros muchos intuían la existencia de territorios allende la mar tenebrosa, llena de tormentos y seres legendarios, productos de siglos de supersticiones.
En 1492 ya existían voces críticas con la teoría de que la Tierra era plana. Sin embargo, en las sociedades occidentales de entonces el poder eclesiástico estaba muy vinculado al poder político. Dada la cantidad de visionarios que habían atisbado las grandes realidades científicas y habían sido quemados en la hoguera por herejes, muchas ideas brillantes no trascendieron o simplemente fueron desechadas. Se cree que el sabio Florentino Toscanelli advirtió al monarca portugués Alfonso V de la existencia de una vía alternativa para llegar a las Indias algunos años antes de que Cristóbal Cólon iniciara su viaje, pero su idea no se tuvo en cuenta. A la falta de proyección de algunos monarcas se suma la realidad de que algunas sociedades secretas muy poderosas guardaban a buen recaudo el verdadero conocimiento hermético.
Las Indias
Se dice que Alfonso Martín Pinzón, uno de los dos hombres de confianza que acompañaron a Colón en sus viajes comerciales a Italia, aprovechó para consultar en Roma los mapamundis de la biblioteca papal.
La verdadera constatación de que la Tierra no era como se pensaba en el Occidente del siglo XV llegó con Colón. Sin embargo, parce ser que el navegante nunca supo que había descubierto un nuevo continente. En el final de sus días Colón seguía obsesionado con la idea de que no podría haberse equivocado en su viaje y que había descubierto algún territorio asiático. Pero lo que jamás intuyó es que había descubierto un continente entero. Aunque pueda parecer extraño, así es como se escribe la historia. Nuestra forma lineal de estudiar la historia nos hace creer que los acontecimientos se desencadenan y desarrollan también de forma lineal e inmediata. Para que estos hechos fueran asimilados e integrados por el conocimientos del pueblo, aportando así una conciencia del planeta más amplia, hizo falta tiempo.
Es probable que otros contemporáneos conocieran los secretos que poseía Colón. Hoy se cree incluso que algunos llegaron a América antes que él. Durante años los investigadores han especulado con la idea de que los vikingos se establecieron en el continente durante un siglo y medio. Usaron su capacidad de adaptación al frío para navegar cerca del Círculo Polar Ártico, en aguas de Groenlandia.
Al parecer desembarcaron en Terranova, dónde establecieron un asentamiento. Alrededor de 1150 los templarios también habrían desembarcado en el Nuevo Mundo. Antes de la disolución de la Orden del Temple habrían traído a Europa toneladas de plata para financiar la construcción de más de 80 catedrales góticas en menos de un siglo.
Alonso Sanchez |
Incumplimiento De Contrato
Tras visitar sin éxito algunas cortes europeas, Colón decidió recalar en el monasterio de la Rábida, en Huelva. Allí, al amparo de dos frailes franciscanos, fray Antonio de Marchena y fray Juan Perez, pasó noches interminables estudiando hasta confesarles su secreto. Ellos guiaron sus pasos hacia la reina de Castilla, Isabel la Católica.
Tras la firma de las capitulaciones de Santa Fe, con la bendición de los Reyes Católicos y la financiación necesaria, Colón partió seguro de su gesta. Sin embargo, algunas cláusulas del contrato entre el almirante y la Corona no llegaron a cumplirse nunca, en detrimiento de los hijos de colón, que entrarían reiteradamente en disputas por su cumplimiento. Observando algunas de estas cláusulas desorbitadamente favorables al marino, se llega a sospechar si realmente Colón enseñó todas sus cartas en la negociación o sencillamente la reina de Castilla le tomó por un loco con posibilidades de hacer algo grande, aunque no podía imaginar cuán grande iba a ser la hazaña. Por ello, al establecerse y asegurarse el territorio colonial algunos de los privilegios concedidos se quedaron en papel mojado. Sin embargo, una curiosa cláusula del documento revela que quizá los Reyes Católicos si conocieran la magnitud de lo que aquel hombre les ofrecia, ya que figura la relación en porcentajes de beneficios concedidos a ambas partes y la adjudicación de honores al marino, como el de ser nombrado almirante por "lo que ha descubierto". En aquel momento Colón no había descubierto nada.
Cristóbal Colón con los Reyes Católicos |
El descubrimiento de América, más que por una expedición de estudio y desarrollo científico, geográfico o de otra índole, estuvo motivado por la necesidad imperiosa de llenar las arcas del Estado. Por entonces el comercio marítimo con Asia estaba controlado por Portugal y las mercancias que transportaban los lusos por sus rutas marítimas suponían verdaderos tesoros. Mercancías tan preciadas como las especias y los tejidos exóticos. Los asfaltos marítimos estaban a la orden del día, con lo que se hacía necesario encontrar con urgencia una alternativa viable. Para colmo, la economía española se encontraba bajo mínimos. La guerra contra los musulmanes había dejado vacías las arcas del Estado. No se podía rechazar una solución tan rápida como la que puso sobre la mesa Colón.
Un viaje trasatlántico en avión de 10 horas entre España y el Caribe pone de relieve la gran hazaña de Colón. Aún sabiendo el rumbo exacto, las millas y los días de navegación a los que podría encontrarse el destino, pese a los adelantos desarrollados en los astilleros con la fabricación de barcos tan ágiles como la carabela o el novedoso y exacto sistema de navegación proporcionado por la brújula, embarcarse desde Huelva hacia la inmensidad del océano Atlántico fué una verdadera prueba de valor.
No obstante, la ciudad de Huelva rinde homenaje al verdadero protagonista de esta historia, Alonso Sánchez, con una estatua. Asimismo, una calle y un instituto llevan su nombre. La ciudad andaluza se niega relegar al olvido a un personaje tan peculiar como desconocido.
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