martes, 1 de noviembre de 2011

Premoniciones: La premonición de Mark Twain

El hombre en su insaciable necesidad de ganarle al destino trata por todos los medios de conocer la verdad sobre su futuro y el futuro de la humanidad. Así surgieron los profetas, que han dejado escrito no sólo los hechos que ocurrirían en su época si no también aquellos que sucederían hasta el fin de los tiempos. Existen personas con el don de la precognición que pueden advertir sobre accidentes y desastres no esperados sobre ellos o sobre sus seres queridos. Lamentablemente no hay forma de saber si sus visiones futuristas se cumplirán o no hasta que ocurren.
Tras haber entrado en el siglo XXI el interés por conocer más acerca de estas profecías es notablemente mayor. Ya que este es el siglo que Profetas, Videntes, Egipcios, Mayas e incluso la Biblia han pronosticado como el 
Fin de todos lo Tiempos.
 Encontraremos en estas profecías la clave que nos habra las puertas a la verdad sobre los 
 últimos días de nuestra civilización, allí, cuando el destino nos alcance.


Mark Twain

M
ark Twain, cuyo verdadero nombre es Samuel Clemens, sigue siendo el escritor más apreciado de América. Nacido en la pequeña ciudad de Florida, Missouri, y educado en la cercana Hannibal, describió a los verdaderos americanos en libros tales como Huckleberry Finn. Pero pocas personas saben que, debajo de su humor y su cinismo, Mark Twain era un serio estudioso de lo paranormal. Su interés en el tema procedía de la experiencia personal, incluido el día de 1858 en que predijo la muerte de su hermano.
 El escritor estaba trabajando entonces como timonel de un paquebote que hacía el viaje entre Nueva Orleáns y St. Louis. 
Estando en tierra durante unos días, una noche soñó que su hermano Henry yacía en un ataúd metálico llevando uno de los trajes del propio Twain. El ataúd estaba suspendido entre dos sillas, y un ramo de flores -con una rosa roja en el centro- descansaba sobre el pecho del muerto. El sueño fue tan vívido que, cuando se despertó, Twain no se dio cuenta de que había estado soñando y pensó que estaba en casa.
El sueño tuvo un trágico final dos días más tarde. Mientras Twain permanecía en Nueva Orleans, el paquebote en el que trabajaba siguió su ruta por el Mississippi. Su hermano trabajaba también en aquel barco y estaba en él cuando estalló una caldera. Henry sufrió lesiones graves y fue llevado a Memphis, donde murió cuando el médico le inyectó, accidentalmente, demasiada morfina.
Cuando estaban preparando a Henry para el entierro, algunas amables damas recogieron dinero para comprarle un ataúd de metal. El cadáver fue vestido con uno de los trajes de Twain. Mientras el escritor lloraba la muerte de su hermano, una dama entró en la habitación y colocó un ramo de rosas blancas -con una rosa roja en el centro- sobre el pecho del difunto. Más tarde, el féretro fue enviado a St. Louis, donde fue colocado en el piso alto de la casa de su cuñado. Cuando Mark Twain visitó la habitación donde estaba el cadáver, vio que el ataúd había sido colocado sobre dos sillas, tal como lo había visto en su sueño.

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